El periodista aragonés Sergio Tremosa murió el pasado viernes a los 26 años, víctima de un cáncer.
El joven periodista, natural de Barbastro (Huesca), llevaba muchos años luchando contra un agresivo sarcoma. Fue despedido por multitud de personas en el funeral que se celebró el sábado.
Sergio se licenció en Periodismo en la Universidad de Navarra y trabajó en diversos medios. Pasó por la Cope Alto Aragón, la sección de deportes del Diario de Navarra, y la redacción madrileña de Servimedia. En los últimos años se había especializado en la información sobre la pandemia.
El joven afrontó con entereza las duras adversidades de una enfermedad que le provocó la amputación de una pierna. Tenía reconocida una discapacidad del 54%, pero eso no le impidió seguir desempeñando su labor. Dejó como legado su pasión por la profesión y sus ganas de vivir.
Fue un ejemplo de vida
A pesar de haber perdido una pierna, Sergio siguió adelante con sus estudios y se licenció en Periodismo. No solo eso, sino que además completó su formación en Geografía e Historia. Tras varios años luchando contra el cáncer, ha fallecido en su pueblo natal de Hoz de Barbastro.
El joven estaba muy unido al pueblo, y el ayuntamiento decidirá mañana la suspensión de las fiestas patronales. El alcalde, Juanjo Milaruelo, lamentó personalmente la muerte de este chico procedente de una familia muy querida. En el entorno, la muerte de Sergio ha dejado un enorme vacío.
Era una persona llena de vitalidad y motivación que contagiaba a todos los que estaban a su alrededor. Los medios en los que había trabajado destacan su labor como profesional, pero también la lección de vida que les dio. En la universidad le han recordado como “un tipo peleón y divertido”.
Sus jefes y profesores le recuerdan
“Semanas antes de irse, a Sergio le hicieron dos entrevistas. Habló de su enfermedad, de cómo afrontaba la muerte, de lo natural que es vivir y morir. Quienes las escucharon se quedaron removidos, se dieron cuenta del regalo que fue conocer a Sergio”, expresó Luis Guinea, jefe suyo en el Diario de Navarra.
Por su lado, el profesor universitario Manuel Martín Algarra recordó a su alumno por sus ganas de vivir. “Descubrió su sarcoma en segundo de carrera, tras complicarse la recuperación de una lesión de fútbol. Cuando supo todo lo que venía empezó a darnos lecciones de vida a todos”, explicó.
Además, Sergio colaboró voluntariamente en numerosos ensayos clínicos y tratamientos alternativos en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Se sometió a incontables sesiones de quimioterapia y una veintena de operaciones. Siempre se volcó con los oncólogos del hospital por su trato y profesionalidad.
'Ha sido un regalo para todos'
Sergio Tremosa ayudó a visibilizar las dificultades del cáncer y escribió sobre las personas con minusvalías físicas. “Era un chaval callado y sobrio que se convirtió en un hombre recio, muy fuerte física y mentalmente”, dice Algarra. Ha tenido también palabras de elogio a sus padres y su familia.
Uno de los lugares donde dejó huella fue en el Diario de Navarra, donde han llorado su muerte especialmente. “Un tipo discreto, de palabras justas y con una retranca muy divertida, ha sido un regalo para todos los que hemos vivido con él. Ha sido una de las mejores personas con la que nos hemos cruzado”, han escrito.
Sobre el cáncer, recuerdan que “se lo tomó como una circunstancia más de la vida, con deportividad”. Aun así, el sarcoma “ha sido su incordiante compañero de viaje hasta hoy”. La enfermedad ha ido apareciendo durante estos años, pero confiaba en los médicos y probó todos los tratamientos.
Un cáncer muy extraño
Sergio padecía un tipo muy extraño de cáncer, y de hecho con su caso estaban investigando nuevas vías de curación. Empeñado en vivir y en ayudar a otras personas, siempre estaba dispuesto a probar nuevos experimentos. Además, sus ganas de vivir han contagiado al resto.
"No habrá mucha gente que se haya agarrado a la vida tanto como Sergio", afirman sus compañeros, "hasta el último día". Explican que "ha llegado hasta los límites del aguante de un ser humano". Nunca se quejó de nada, nunca protestó, nunca quiso amargarse o dar pena.
Sergio era, según sus compañeros, un profesional talentoso al que le quedaba mucho por demostrar aún. “Ha dejado un legado infinitamente superior a la mejor y más brillante de las trayectorias periodísticas”, escriben hoy. "Sergio ha escrito con su vida un reportaje irrepetible".