La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), con sede en París, anunció este jueves la firma de un contrato de 86 millones de euros con la empresa industrial suiza 'ClearSpace' para lanzar una misión que consista en la retirada de residuos espaciales, que será lanzada en 2025. Esta acción pretende dar un pequeño gesto de sostenibilidad espacial, pero es solo un pequeño detalle de un problema que va mucho más allá.
Retirar el cohete 'Vega' y más escombros
El objetivo de la misión, bautizada ClearSpace-1, será retirar un fragmento de 112 kg del cohete propulsor europeo 'Vega', lanzado en 2013 y que se encuentra a 660 km de altura alrededor de la Tierra. Según la ESA, este contrato permitirá establecer un nuevo sector comercial en el espacio, ya que el contrato contempla la adquisición de la misión de inicio a final, en lugar de desarrollar una nave espacial definida por la ESA para su funcionamiento interno. «ClearSpace recaudará el resto del coste de la misión gracias a inversores comerciales», explicó en el comunicado.
A lo largo de la misión colaborarán empresas de República Checa, Alemania, Suecia, Polonia, Reino Unido, Portugal y Rumanía. Con ello, se pretende demostrar la capacidad técnica y comercial que permitirá mantener la sostenibilidad de los vuelos espaciales a largo plazo. En cerca de 60 años de actividad espacial, los más de 5.550 lanzamientos han resultado en el depósito de 42.000 objetos en órbita, de los cuales en torno a 23.000 siguen en el espacio. Además, la ESA ha organizado un encuentro virtual la semana que viene para explicar el programa de la misión en detalle.
¿Qué se consiguió con la misión 'Vega' de 2013?
Con la misión 'Vega' se pretendía recoger información de nuestro planeta para estudiar su vegetación. La misión duró el doble de tiempo que su predecesora, que envió al espacio a Vega en febrero de 2012 y en la que viajaba el satélite gallego XatCobeo, que realiza mediciones de radiación de partículas de alta energía.
Las tres etapas de combustible sólido, que suele usarse como propulsor principal, funcionaron según lo previsto en esta segunda misión, y tras dos encendidos de combustible líquido, esto es, la siguiente fase, el satélite Proba-V fue lanzado a una altura de 820 kilómetros. También se pusieron en órbita el satélite VNREDSat 1A de Vietnam, y el primer satélite de Estonia, el ESTCube-1.
A posteriori, la ESA se daba por satisfecha «Hoy es un gran día para la ESA, sus Estados Miembros y para Europa. Gracias al apoyo de los Estados Miembros, la ESA y la industria europea están demostrando una vez más su capacidad de innovación", declaró Jean-Jacques Dordain, Director General de la ESA. "Entre todos los Estados Miembros, Italia se merece una mención especial por liderar el Programa Vega, Bélgica por dirigir los proyectos Proba para la ESA y Francia por el desarrollo y el mantenimiento del Puerto Espacial Europeo aquí, en Kourou. También estamos muy orgullosos de haber puesto en órbita el primer satélite de Estonia», añadió.
Esta segunda misión tenía como objetivo comprobar la versatilidad del nuevo sistema de lanzamiento. La nave medía 30 metros de alto y 3 de diámetro, mientras que otros cohetes, como el Ariane 5, alcanzaron los 53 metros de alto. Según la ESA, «'Vega' ha sido diseñado para dotar a Europa de una capacidad segura, fiable y competitiva para poner en órbita satélites científicos y de observación de la Tierra de entre 300 y 2.500 kg, en función de la altitud y del tipo de órbita requerido para cada misión». El Vega fue el último de los modelos de lanzadores europeos junto al Ariane 5, para cargas pesadas, y los rusos Soyuz, que transportaron cargas intermedias.