El 12 de mayo de 2020, el día que Yurian Cabrera cumplía 35 años, desapareció sin dejar rastro en La Isleta (Las Palmas). Desde entonces, su madre Toñi lo busca sin descanso pero con una terrible certeza. “Sé que a mi hijo lo torturaron, lo mataron y lo hicieron desaparecer”, asegura.
Aquella tardé, después de soplar las velas, el joven canario salió de su casa y no volvió nunca más. No dijo dónde iba ni con quién, pero con el paso de los días empezaron a tomar vida las peores sospechas. El chico tenía una discapacidad psíquica y estaba enganchado a las drogas.
Días después “llegó una persona conocida y me dijo que a Yuri lo cogieron, lo mataron y los hicieron desaparecer”. Desde entonces, Toño vive con la certeza de que su hijo está muerto y con la esperanza de encontrar su cuerpo. Lo que está claro es que detrás de esta historia hay algo muy turbio.
El día que Yurian desapareció
A Yurian no le gustaba celebrar el cumpleaños, pero ese día soplaron las velas y cantaron. Luego salió de casa con lo puesto, sin móvil ni documentación, y sin decir adónde iba. Su madre le advirtió de que no volviera a las andadas, ya que estaba en tratamiento por sus adicciones.
Yurian, que tenía una discapacidad del 66% y tomaba medicación, se enfadó por el aviso de su madre. Al no volver a casa al día siguiente, Toñi pensó que estaría enfadado y seguiría con sus amigos por ahí. Pero los días fueron pasando sin noticias de él, así que salió a la calle a buscarlo.
“Fui a muchos sitios, pregunté a su entorno, rastreé en las redes, pero no había nada que llevara hasta él. Al no aparecer denuncié el caso a la policía y arrancó la investigación Fue entonces cuando alguien me dijo que lo habían cogido y lo habían matado”, cuenta la madre del desaparecido.
Una carta anónima lo explicaba todo
La investigación entró en un punto muerto al no poder comprobar las sospechas aportadas por el testigo. La policía nunca descartó la marcha voluntaria, aunque la madre lo duda. Yuri no solía estar nunca tanto tiempo alejado de ella, y además necesitaba medicación y se fue sin la cartilla médica.
De pronto, un día, Toñi recibió el inquietante mensaje anónimo “no digas nada a la policía”. En esa carta, una persona que apreciaba mucho a su hijo contaba todos los detalles sobre la desaparición. “Al parecer, Yuri le quitó algo a unas personas. quizá droga, lo cogieron y lo torturaron”, decía.
La carta dice que lo enterraron en un punto pero, después, para asegurarse mejor, lo tiraron al mar con pesos. Según esta versión, lo ataron de pies y manos y lo lanzaron al agua para que se hundiera para siempre. También detallaba los métodos de tortura, lo cual deja claro que el joven sufrió.
La mujer remitió la carta a la policía, pero investigaron y no encontraron nada relevante. Dos años después no hay ninguna pista sólida que permita llegar hasta Yuri, vivo o muerto. Su madre sigue con la idea de que a su hijo lo torturaron y lo mataron, y que se trata de un “crimen premeditado”.
‘Sé quienes mataron a mi hijo’
Toñi asegura tener los nombres de las personas que lo hicieron pero también reconoce que no lo puede demostrar. La investigación sigue avanzando aunque a paso lento, y sin cuerpo será difícil resolver el caso. “Los agentes me dicen que me haga a la idea y que empiece el duelo por mi hijo ya”.
Ahora recuerda que era un niño bueno pero que todo se torció cuando se metió en la droga. Lamenta que no lo hayan buscado con perro o con drones como hicieron en otros casos. “Necesito que los cuerpos policiales no me abandonen, que estuvo en la droga pero es una persona y yo una madre”, suplica.
Toñi compara su caso con el de Yeremi o el de Marta del Castillo: “No puede ser que tengamos asesinos que les salga todo bien porque no hay ningún medio para hacerles hablar”. Por eso pide un cambio urgente de la legislación para endurecer las penas a los asesinos que callan.