Cuando pensamos en la bomba atómica, a la mayoría de la gente le viene a la cabeza las imágenes de destrucción total de Hiroshima y Nagasaki (Japón) con miles de muertos. No obstante, después de la II Guerra Mundial, Estados Unidos llevó a cabo varias pruebas nucleares en el mar que fueron estéticamente espectaculares y que dejaron un rastro destructivo a nivel marino que aún es visible a día de hoy.
Una de estas pruebas se llevó a cabo el 25 de julio de 1946 en el atolón Bikini de las Islas Marshall, lugar remoto del océano Pacífico. Esa fue la primera explosión atómica debajo del agua y la quinta de la historia, y 73 años después aún son visibles sus efectos en el fondo marino.
Cráter y barcos destruidos: el rastro latiente de la explosión
La explosión fue tan potente que, 73 años después, su cráter aún es presente en el fondo marino, así como los restos de los barcos deformados por la onda expansiva nuclear. Así lo han verificado submarinistas profesionales que llevan tiempo rastreando la zona con imágenes y gráficos claros de los efectos aún presentes en toda esta zona.
I es que la explosión fue espectacular: un total de dos millones de toneladas de agua, arena y coral pulverizado fueron elevados hacia el cielo para volver posteriormente al océano, cubriendo de sedimentos toda la depresión marina que había en esta área remota del Pacífico y de las pocas del mundo afectadas por los efectos de la gran guerra.
«Bikini fue elegido por su idílica lejanía y su gran laguna de fácil acceso», explicó el líder del equipo de investigación, Arthur Trembanis, de la Universidad de Delaware (Estados Unidos). Conocida como ‘Operación Crossroads’, la simulación militar contó con un total de dos pruebas: ‘Able’ y ‘Baker’. Esta última fue la bomba que se colocó a 27 metros debajo de la superficie del Pacífico cargada con 21 kilotones.
Mapeando el fondo marino afectado
Más de 70 años después de esta prueba destructiva, un grupo de científicos han vuelto a la zona para mapear el fondo marino y descubrir los rastros aún presentes de ese evento. En total, se ha cartografiado una estructura de 800 metros de ancho por unos 10 de relieve.
El equipo científico ha usado una tecnología avanzada de sonar para inspeccionar la zona y los expertos aseguran que se podría «pintar toda la escena» de la explosión y que la impresión ha sido la de «visitar el Gran Cañón con una linterna».
«Pudimos ver la disposición de las naves, cómo estaban alineadas entre sí, y también ver que este cráter aún permanece: la naturaleza todavía nos muestra la herida que recibió de la bomba», explicó recientemente en rueda de prensa el doctor Trembanis, que añadió que la sensación era que «la Capitana Marvel había golpeado el planeta» haciéndole una grieta.
Los buzos no pudieron acceder a la zona hasta los años 80, pero aún con muchas restricciones. Ahora, tras una investigación a fondo, se ha comprobado hasta qué punto la destrucción fue total, con niveles de radiación muy bajos, pero aún presentes y restos de contaminación de los barcos hundidos