Los efectos de la borrasca Filomena, que a comienzos de este año causó daños en cientos de miles de árboles en toda España por la acumulación de la nieve sobre ellos, podrían ir a más al elevar el riesgo de incendios debido a la acumulación de leña caída en el suelo en las zonas forestales. Así lo ha advertido en entrevista a Efe el profesor de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y decano del Colegio de Ingenieros de Montes (COIM), Eduardo Rojas Briales, quien asegura que la biomasa resultante de la caída de ramas y de árboles enteros en el interior de los bosques es preocupante.
Miles de árboles caídos que serán combustible para los posibles incendios del verano
De acuerdo con los datos del COIM, las zonas de mayor incidencia se situaron «entre Madrid y Albacete, así como en Teruel, Lleida y el interior de Tarragona», siendo las más perjudicadas las de clima mediterráneo. Esto se debe a que las especies que prosperan en climas más fríos y en zonas de alta montaña se ven obligadas a crecer lo más posible en busca de luz solar, lo que no solo eleva sus ramas, sino que las hace más elásticas, mientras que «las especies mediterráneas tienen ramas horizontales», ya que no necesitan desarrollarse de la misma forma «y acaban siendo más vulnerables ante la nieve».
Por ello, «hay algunas zonas donde han caído un cuarto o hasta un tercio de los árboles», lo que ha terminado por acumular un ingente volumen de madera no controlada. No obstante, esta pérdida de masa forestal no tiene que entenderse necesariamente como algo malo pues, como indica Rojas, «según qué sitios, hay demasiada vegetación» por lo que la nieve ha podido contribuir a una «labor de depuración» de los ejemplares más débiles, lo que permitirá a los más fuertes «crecer con más espacio y esto es positivo».
Los trabajos forestales no serán suficientes
En todo caso, el COIM advierte de que los trabajos de los técnicos forestales se encuentran todavía en fase de evaluación en todas las comunidades autónomas afectadas, ya que las labores que han sucedido a Filomena han consistido exclusivamente en la retirada de nieve. Rojas ha señalado que «son muchos los millones de hectáreas que hay que analizar» aún y, además, es necesario primero reparar los caminos y las infraestructuras contra incendios.
Por ello, «todavía no ha sido posible meterse realmente en el monte para ver dónde se encuentra el daño más crítico», ha reconocido el decano, quien augura que «hasta dentro de dos meses no podremos disponer de un registro de todos los datos reales». En su opinión, las labores de retirada de la leña caída «deberían empezar por las zonas más visitadas», normalmente situadas en las alturas más bajas y próximas a carreteras, para luego pasar a zonas más altas, donde el riesgo de incendios no es tan alto como el de las plagas de insectos como los escolítidos, un tipo de coleópteros que atacan a los árboles, sobre todo a las poblaciones de pino silvestre.
Rojas confía en que los daños no sean muy graves, pero «en el caso de que sean sustantivos, de aquí al verano será imposible retirar todo», lo que agravará el riesgo de incendios. Varias organizaciones relacionadas con el mundo forestal, como Bosques sin Fronteras (BSF), han alertado en los últimos días de que las labores de poda y recogida deben hacerse «cuanto antes y por parte de personal cualificado que conozca perfectamente cómo es la estructura de los árboles», ya que la prevención «es siempre la mejor arma para luchar contra los incendios forestales».