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Imagen ilustrativa del impacto del meteorito que extinguió a los dinosauros

Como en la guerra de los mundos: Júpiter, posible culpable de la extinción de los dinosaurios en la Tierra

Una nueva investigación apunta a que el gigante del Sistema Solar podría estar detrás del meteorito que arrasó nuestro planeta

Uno de los eventos más importantes de la historia de la Tierra fue, sin duda, el fuerte impacto del enorme meteorito que, hace 66 millones de años, acabó con los dinosaurios y tres cuartos del total de especies vegetales y animales que existían entonces, poniendo en riesgo la continuidad de la vida en nuestro planeta. Ahora, una nueva investigación desvela que aquella desgracia podría tener un nuevo culpable: Júpiter.

Como si de la guerra de los mundos se tratara, parece que el planeta gigante del Sistema Solar podría haber desviado el meteorito de tal manera que lo proyectó directamente hacia la Tierra, eso sí, de forma involuntaria. Así lo indica una nueva investigación de la Universidad de Harvard llevada a cabo por el estudiante Amir Siraj y el astrónomo Avi Loeb, publicada recientemente en la revista ‘Scientific Reports’.

Júpiter, detrás del trágico meteorito

Según este nuevo estudio, el meteorito tendría su origen en la nube de Oort, una esfera helada de escombros ubicada en el borde del Sistema Solar. De vez en cuando, varios elementos de esta nube se desprenden y entran en el interior de nuestro sistema, y aquí es donde Júpiter tiene un papel destacado.

En este sentido, Júpiter es el planeta más grande y gigante del Sistema Solar, razón por la cual su campo gravitacional es enorme, más de lo que nos podríamos imaginar muchos de nosotros. Esto provoca que muchos de los elementos que se acercan ni que sea un poco a él acaben variando su ruta, y esto parece que fue lo que pasó con el trágico meteorito que arrasó la Tierra hace millones de años.

Según el estudio, la órbita del meteorito podría haber sido desviada por la gravedad de Júpiter, planeta que, literalmente, habría redirigido e impulsado la gran roca  directamente contra la Tierra, provocando la gran desgracia final. Esto contradice totalmente la teoría inicial, que apunta a que el meteorito habría salido del cinturón de asteroides que hay entre Marte y Júpiter. En cualquier caso, se trata de un nuevo estudio científico que veremos cómo acaba calando en la comunidad de astrónomos.

Una máquina de ‘pinball’

Según explica en un comunicado Siraj, «el Sistema Solar funciona como una máquina de ‘pinball’», es decir, que los campos gravitacionales de los planetas, el Sol y otros elementos influyen en la dirección y órbita de todos los objetos que componen nuestro sistema.

En este sentido, y teniendo en cuenta los datos estadísticos y gravitacionales del nuevo estudio, Sieaj y Loeb aseguran que una parte de los elementos que llegan desde la nube de Oort  ven modificada su órbita por culpa del campo gravitacional de Júpiter, planeta que impulsa a estos cometas hacia el Sol.

«Júpiter, el planeta más masivo, impulsa a los cometas entrantes de largo período a órbitas que los acercan mucho al Sol», afirman los dos científicos. Durante ese acercamiento, los cometas, apodados «raspadores solares», pueden experimentar poderosas fuerzas de marea que rompen la roca en pedazos y, en última instancia, producen metralla cometaria. Es en ese momento cuando hay más probabilidades de que uno de los miles trozos de roca desprendidos del asteroide impacten contra la Tierra u otro planeta a lo largo de su órbita.

Los investigadores afirman que sus datos coinciden con los cálculos recogidos en el cráter de Chicxulub, en la provincia mexicana del Yucatán donde impactó el fatal meteorito. La catástrofe produjo un cráter de 149 kilómetros de largo, un tsunami enorme, incendios gigantes y una atmosfera privada de luz solar por la gran cantidad de azufre desprendida de una explosión que fue diez mil millones de veces superior a la bomba atómica de Hiroshima.  

Amenazas de cara al futuro

Todos los datos indican que una catástrofe de ese nivel podría volver a tener lugar en un futuro en la Tierra. «Deberíamos ver fragmentos más pequeños que llegan a la Tierra con mayor frecuencia desde la nube de Oort», explica Loeb. «Espero que podamos probar la teoría teniendo más datos sobre cometas de períodos prolongados, obtener mejores estadísticas y tal vez ver evidencia de algunos fragmentos», añade.  

Loeb dice que comprender esto no solo es crucial para resolver un misterio de la historia de la Tierra, sino que podría resultar fundamental si tal evento amenazara de nuevo al planeta. «Debe haber sido una vista increíble, pero no queremos volver a ver eso», concluye.