Madrugada del 17 de julio, Peal de Becerro, Jaén. Álvaro Soto, un joven de 29 años, es apuñalado mortalmente en las inmediaciones del local nocturno donde ejercía de guardia de seguridad. La tragedia desata las iras de los vecinos del pueblo, que queman la casa del presunto asesino pidiendo justicia.
Madrugada del 15 de agosto, Íllora, Granada. Juan, un estudiante de 19 años, muere tras ser golpeado sin motivo aparente a la salida de una de las casetas de las fiestas del pueblo. Al día siguiente, una turba enfurecida recorre las calles del municipio destrozando las casas de los presuntos agresores.
Así es como las localidades de Peal de Becerro e Íllora se han visto conectadas este verano por el trágico destino. Los dos asesinatos han sido el detonante de los disturbios por parte de los vecinos, cansados de tanta inseguridad. En ambos casos, las comunidades gitanas se han visto en el ojo del huracán.
Altercados y delitos de odio
La tranquilidad de Peal de Becerro e Íllora se ha visto rota estas últimas semanas por dos agresiones mortales. Una concentración espontánea en Peal de Becerro derivó en altercados reclamando justicia para Álvaro. Lo mismo ocurrió en Íllora, donde varias familias gitanas tuvieron que irse del pueblo.
En el primer caso, la policía detuvo a cuatro personas, de las cuales dos se encuentran en prisión provisional. En el suceso de Íllora, el autor se entregó horas después de varias horas desaparecido y reconoció los hechos. Las propiedades de los agresores sufrieron daños por parte de los vecinos.
Tanto en un lugar como en otro, los colectivos del pueblo gitano han denunciado los ataques y piden a la justicia que lo investiguen. Consideran que han sido objeto de un delito de odio y racismo. El Ministerio de Derechos Sociales ha reaccionado con una reunión urgente ante los ataques a familias gitanas.
Llamamiento a la tranquilidad
El Consejo Estatal de colectivos del pueblo gitano denunció la situación de desamparo de las familias atacadas. Los vecinos de una y otra localidad pidieron echar a las familias de los agresores. Y tanto en Peal como en Íllora, tuvieron que huir de sus casas por temor a represalias.
Los vecinos pedían el destierro de esas familias, pero la comunidad gitana recuerda que en el ordenamiento jurídico español no existe la pena de destierro. También han acusado a esas personas de actuar tomándose la justicia por su mano. Recuerdan que el castigo a los agresores tendrá que imponerlo la justicia.
En este sentido, por ejemplo, la familia de Juan pidió públicamente el fin de los altercados y mostró toda su confianza en la justicia. Poco a poco, Peal e Íllora han ido recuperando la calma, y las familias gitanas han podido volver. Lo han hecho, eso sí, con el compromiso de contribuir a la paz en el municipio.
'Son hechos aislados'
Las autoridades han aclarado que los sucesos de Peal de Becerro e Íllora son “hechos aislados” y descartan que haya un aumento de los delitos de odio. En Andalucía existen unidades específicas para perseguir estos delitos. La Policía Nacional y la Guardia Civil velan para evitar nuevos estallidos.
Álvaro murió de un navajazo al corazón propinado por los agresores durante una trifulca. Al parecer les vetaron la entrada en el local de ocio nocturno, y se inició una pelea que acabó con la muerte del joven portero. Dos jóvenes de 18 y 20 años fueron arrestados como los presuntos culpables.
En Íllora, el detenido es un joven de 23 años que al parecer inició una agresión contra tres chavales del pueblo. Estos huyeron y consiguieron esconderse, mientras el agresor y varios amigos suyos iban en su busca. Por el camino se encontraron a Juan, contra el que descargaron toda su ira.