Javier Bernácer, científico y filósofo toledano, ha perdido a su hijo Iago a la edad de 8 años. El menor padecía desde su nacimiento un síndrome polimalformativo, sordoceguera y falta de crecimiento. Una neumonía le provocó una parada cardíaca y la muerte el pasado jueves 3 de noviembre.
El investigador ha puesto en valor la capacidad de superación de su hijo, su “amor inocente y alegría incesante”. Lo ha hecho a través de un emocionante obituario en el Diario de Navarra, titulado “Iago Bernácer Badajoz, un niño normal”. La publicación ha tenido un gran eco entre los españoles.
La familia de Iago es muy conocida, ya que sus tíos son Fernando Bernácer, periodista de Radio Castilla-La Mancha, y el juez José Ramón Bernácer. El pequeño murió en el Hospital Universitario de Navarra acompañado por sus seres queridos. Su recuerdo pervive ahora en las palabras que le dedica su padre.
El padre de Iago hace una petición
“Le dijeron que moriría a las pocas semanas de nacer y no solo sobrevivió ocho años y medio. Sino que disfrutó ese tiempo como pocos llegan a hacerlo aunque vivan varias décadas”. Son las palabras del investigador Javier Bernácer hacia su hijo Iago, fallecido a los ocho años.
Javier ha reivindicado el derecho a nacer de niños como Iago: “demos la oportunidad a los niños para que nos demuestren lo importante que es la vida”. Desde su tribuna pide “no prejuzgar quién va a disfrutar de la vida o quién va a sufrir, quién tiene derecho a vivir y quién tiene que ser descartado”.
Javier Bernácer es investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, donde también es profesor asociado. Según ha dicho, Iago “nos ha enseñado que un niño disfruta sintiéndose querido. Y, si un niño disfruta, el mundo es un poquito mejor”.
Recuerda a Iago como un luchador
Iago nació con muchos problemas que le obligaron a hacer un periplo por varios hospitales. Sin embargo, Javier recuerda a Iago como “un luchador” que se sobrepuso a todas sus adversidades. “Era sordociego pero oía con audífonos, tenía problemas de crecimiento pero sabía cómo recurrir a los adultos para que le ayudaran”, explica.
También “le dijeron que su destino era un colegio de educación especial pero aprobó todo primero de primaria en un colegio ordinario. Tuvo cinco paradas cardiorrespiratorias y salió de todas ellas. Tras la quinta fue solo para dejar que sus familiares se despidieran de él.
Javier ha aprovechado para agradecer a los médicos y terapeutas que han estado con Iago a lo largo de estos años. También a los pediatras del Hospital Universitario de Navarra, que le han acompañado hasta el último suspiro. Los últimos días, con Iago ya inconsciente, permitieron que sus seres querido le dijeran adiós.
Los últimos instante de Iago
“Iago pasó sus últimos instantes en brazos de su madre, mientras le cantaba El Príncipe Azul. Quien escribe este texto asegura que sonrió tres veces, una a su madre, otra a su padre y otra a su hermana pequeña Gabriela”, recuerda Javier. Según dice, le dieron las gracias y le pidieron perdón antes de que partiera.
Javier ha convertido la muerte de su hijo en un símbolo contra los prejuicios hacia los niños con enfermedades raras. Iago era “un niño normal”, dice, cuyo rasgo más característico era “su sonrisa, a veces de medio lado y otras a boca llena”. Recuerda que “le miraban con extrañeza a pesar de ser un niño normal”.
Pero el niño convertía las miradas de hostilidad en momentos de ternura gracias a su risa contagiosa. “Iago no solo ha demostrado que toda vida es valiosa, sino que aquellos que necesitan más cariño son capaces de devolverlo multiplicado por cien. Son ellos los que hacen que este mundo tan perdido pueda mejorar”, concluye.