Laia tenía 13 años cuando salió de casa de sus abuelos y bajó la escalera para llegar hasta el coche donde le esperaba su padre. Por el camino le esperaba Juan Francisco López Ortiz, el vecino del piso de abajo. La metió dentro de su casa y acabó con su vida de forma aberrante.
Ocurrió el 4 de junio de 2018 en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), y conmocionó a toda la sociedad española. El monstruo fue condenado a prisión permanente revisable, pero ha recurrido la sentencia en dos ocasiones. Ahora, el Tribunal Supremo ha confirmado la pena definitivamente.
Esto significa que Juan Francisco López Ortiz, de 43 años, pasará como mínimo 25 años en la cárcel. Caso Abierto recuerda ahora la tragedia y recoge las sensaciones de los padres de Laia cuatro años después. Aunque el asesino está entre rejas, sienten que vivirán su propia condena de por vida.
Nada puede mitigar su dolor
“Que cada hora sientas el terror que sintió mi Laia contigo y el dolor de mi hijo, nadie te va a querer nunca, te deseo soledad eterna”. Son las palabras de Sonia, la madre de Laia, cuatro años después de la tragedia. Acaba de conocer la confirmación de la sentencia por parte del Tribunal Supremo.
“No hay condena que pague esto”, asegura en el mencionado medio, “a Laia no me la van a devolver”. “No vuelve a vivir, Laia se fue igual, sufrió igual, ha perdido la vida, igual, es demasiado dolor”, lamenta esta madre con gran sufrimiento. No hay sentencia que pueda mitigar su profundo dolor.
El Tribunal Supremo confirma la condena a Juan Francisco López Ortiz por haber matado a la niña de forma cruel y despiadada. El monstruo fue sorprendido cuando intentaba meter el cuerpo de la niña en una maleta. Luego alegó que había bebido y tomado drogas, y que la había confundido con un ladrón.
Así ocurrieron los hechos
El 4 de junio de 2018, como todas las tardes, Laia pasó unas horas con sus abuelos en su piso de Vilanova i la Geltrú. Su padre, que la esperaba con el coche en la calle, llamó a la abuela. “Mamá, dile a la niña que baje que ya voy llegando”, le dijo, y Laia se despidió con un beso de sus abuelos.
Sus abuelos viven en el segundo piso y la niña empieza a bajar los escalones para llegar hasta el portal. Su abuela va corriendo a la ventana para verla salir por el portal, pero la pequeña no sale y el padre vuelve a llamar. “Ya ha bajado”, es la frase que precede a una angustiosa búsqueda.
Misteriosamente, la niña se ha perdido en el camino entre el segundo piso y el portal, pero nadie la ha visto. Vecinos, familiares y Policía Local buscan por los aledaños, pero pronto la búsqueda se centra en el interior del edificio. Buscan puerta por puerta, hasta que dan con el vecino del primero.
El macabro hallazgo
Juan Francisco López Ortiz tardó en abrir la puerta, se había duchado y en el interior olía a lejía. Ese era el piso de sus padres, y en esos momentos se encontraba solo ya que su padre había acompañado a la madre al hospital. Su extraña actitud levantó sospechas desde el principio.
Intentó impedir la entrada de los tíos de Laia, pero finalmente se abrieron paso y al acceder encontraron el horror. El suelo estaba mojado y el cubo de la fregona con el agua teñida de rojo. En la habitación, sentada en el suelo con los pies juntos, estaba la niña sin vida y con la cabeza dentro de una maleta.
La sentencia lo describe como “un acto cruel de principio a fin, con una maldad absoluta”. Aclara que el asesino “sabía lo que hacía, cómo lo hacía y lo que estaba sufriendo la niña”. La víctima fue violada, estrangulada y presentaba multitud de golpes y cuchilladas fruto de un ensañamiento monstruoso.
La eterna condena
Según la sentencia, Juan Francisco López Ortiz abrió la puerta cuando la niña pasaba por delante y la introdujo por la fuerza. La agredió sexualmente, la golpeó, la acuchilló y la mató. Desde entonces, sus padres lidian todos los días con el dolor y el horror de haber perdido a su hija de esta forma.
Sonia vive todos los días con una mezcla de rabia, dolor, tristeza y ansiedad que le impiden seguir adelante con su vida. “Él cumple la máxima pena, pero la nuestra es peor”, afirma. “La peor condena se la ha llevado Laia, y después su hermano, que él esté encerrado no repara mi daño”, añade.
Laia nació en China y fue adoptada con 14 meses, era una niña alegre y vital que disfrutaba de la vida. Le gustaba cantar y bailar, le encantaba ir a inglés a la academia, y era muy cariñosa con todos. Todos sus sueños quedaron truncados aquella fatídica tarde a manos de un asesino despiadado.